Link mencionados en este Podcast:
Stanley Kubrick–Steven Spielberg– Dall-E 2–Dialogos con la Fotografía
Locución Klau Tenorio-Música de Coma-Media de Pixabay
En el último proyecto de Stanley Kubrick, creado a mediados de los años 70 del siglo pasado, un matrimonio -cuyo hijo sufría una enfermedad terminal- compra un robot-androide diseñado para ser un niño amoroso.
Kubrick nunca pudo terminar ese proyecto, por lo que le cedió el libro a Steven Spielberg, quien realizó la película “Inteligencia Artificial” estrenándola en 2001.
En una de las escenas, la madre toma la cabeza del niño y recita una serie de palabras sin sentido mirándolo a los ojos, según indicaba el instructivo del robot.
Luego de dar las instrucciones, en un ambiente nebuloso de alguna parte de su casa, la madre pregunta si el robot, que hasta ese momento se dirigía a ella como Mónica, si se sentía bien, y el robot le responde: “Si, estoy bien Mami”.
Tanto para 1970, e inclusive para principios de este siglo, era impensable que con solo una línea de palabras sin sentido se le pudiera instruir a un robot para que actuara de determinada manera, o que comenzara a llamar a su dueña “Mamá”.
Hoy sabemos que los algoritmos pueden hacer mucho más que eso.
La Inteligencia Artificial va inundado nuestras vidas sin pausa y sin descanso.
Si se quiere “crear” un cuadro al estilo de Picasso o Leonardo da Vinci, no hay más que pedírselo a un programa de Inteligencia Artificial.
Ya hay un equipo trabajando en programas que podrían predecir los crímenes antes de que sucedan con un 90% de precisión, a partir de bases de datos que contienen la historia de delitos cometidos en una ciudad determinada.
Este equipo también analiza, y se preocupa por las preferencias, parcialidad o desigualdad que puedan imprimir este tipo de programas en las decisiones a tomar.
Aunque no todos son malos augurios (hay sistemas que permiten manejar brazos robóticos con solo impulsos eléctricos del cerebro), hay otros que ponen al alza la preocupación de hasta donde se llegará con todo esto.
Y entre esas profundas preocupaciones, podemos encontrar desde el ingeniero de Google Blake Lemoine quién declaró que el sistema LaMDA (Language Model for Dialogue Applications, modelo de lenguaje para aplicaciones de diálogo en español) tenia “conciencia” y que inclusive le había solicitado contratar un abogado, desatando alarmas dentro y fuera de la compañía (*).
Hasta grupos de mujeres han pedido a las grandes empresas tecnológicas dejar de almacenar los datos personales y/o sus actividades, ante la amenaza de que puedan ser perseguidas en caso de intentar realizarse un aborto, en aquellos lugares, como en Texas, Estados Unidos, donde el primitivismo político todavía prohíbe las decisiones de las mujeres sobre su salud reproductiva.
Y como era de esperar, la inteligencia artificial llego también a la fotografía.
No solo ayudándonos a mejorar nuestras imágenes (al tiempo que también va en alza la creación de noticias falsas, tanto en imágenes o video), sino que también, con el claro objetivo de desaparecer a los fotógrafos.
La empresa Google ya tiene un algoritmo que “fabrica” fotografías dentro de su departamento de investigación, y la empresa de inteligencia artificial abierta Dall-E 2 (nótese que al pronunciar la fonética en inglés se escucha como Dalí), pueden ya crear fotografías a partir de una frase escrita en el ordenador.
Con detalles específicos y casi perfectamente construidos, uno solo tiene que teclear la frase: “Perro Pomerania tomando sol en playas del Caribe”, y se obtiene una fotografía 99% perfecta de lo que se acaba de pensar.
Ese tipo de imágenes, creadas por computadoras, no tienen nada que envidiarle al caudal incesante de fotografías carentes de todo sentido que se ven diariamente en Instagram.
Naturalmente las preguntas saltan a la luz por si solas, al punto que la Oficina Federal de Investigación de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés), ya ha advertido que imágenes de este tipo, tanto en fotografía como en video, pueden ser usadas para engañar a solicitantes de puestos de trabajo.
Luego aparece el inagotable tema de los derechos de autor.
Habrá que decidir entonces quién es el dueño de una fotografía generada por computadora, aquel que hizo el trabajo en su teclado, o bien un algoritmo frio que reside en servidores alejados miles de kilómetros de nosotros.
Más allá de todos los interrogantes que plantean las situaciones en que estas conductas pueden dañar severamente a los afectados por imágenes falsas, hay algunas otras preguntas que vaticinan discusiones bizantinas sobre qué es, y cómo debe ser la fotografía del futuro, en caso que siga existiendo.Para los que nos iniciamos en la profesión cuando tanto la fotografía digital, como la inteligencia artificial eran solo proyecciones futuristas, haber llegado a este punto nos retrotrae a cuál es el motivo original de la fotografía.
Pero también sabemos que el inexorable paso de las tecnologías, termina por derribar hasta las más arraigadas concepciones.
Al ver hoy que todas las personas que poseen un teléfono móvil se transforman repentinamente en fotógrafos, y así se conciben ellos mismos, el futuro no parece demasiado alentador.
En lo que a mí respecta, veo todavía un hilo de esperanza en la fotografía documental, y especialmente en el fotoperiodismo, porque aquellos medios de comunicación serios, los pocos que quedan, no arriesgarán su reputación, su trayectoria y sus lectores, por ahorrase dinero en fotografías fabricadas en computadoras.
Aunque los cambios acaecidos en el siglo XXI han traído profundas modificaciones, todavía la confianza en poder llegar a la verdad no se ha desvanecido del todo.
Quizás también, los genuinos admiradores del arte sigan apreciando la factura de fotografías hechas con el amor de transmitir sentimientos, a partir de la experiencia detrás de una cámara.
O, en el mejor de los casos, haya quien continúe eternamente exigiéndose a sí mismo experimentar “El goce de mirar, la sensibilidad, la sensualidad, la imaginación, todo lo que llega al corazón, y se junta en el visor de una cámara”, domo dice Henri Cartier-Bresson en el libro “Diálogos con las Fotografía de Paul Hill/Thomas Cooper.
Pero lo más posible es que la fotografía se vaya convirtiendo de a poco en esas piezas de lujo talladas con la paciencia, pasión, y el minucioso trabajo del ebanista que convierte un trozo de madera en un objeto artístico que puede valer miles de dólares.
De lo contrario, estamos ante el advenimiento de un olvido que dejará a la fotografía arrumbada en la historia, como aquellos viejos proyectores de diapositivas que sabían juntar a toda la familia para visionar sus andanzas en las vacaciones. Y que hoy duermen arrumbados en algún cementerio de artículos eléctricos, sin nadie que los reclame.
(*): El ingeniero Lemoine fue cesado por Google luego de sus comentarios, debido a que no se encontraron evidencias de tal comportamiento en el sistema LaMDA.