Han pasado casi 9 años desde que Neil Burgess, exdirector de Networks Photographers, pronunciara que el fotoperiodismo había muerto con fecha y hora del deceso, 1 de Agosto de 2011 a las 11:12 GMT ( New York Times, en inglés).
No estoy de acuerdo con su opinión, pero he de reconocer que el fotoperiodismo está en un proceso de crisis, y hay frenar ese avance.
Esa reconstrucción está en manos de los fotoperiodistas más jóvenes, que apenas comienzan sus pasos en la profesión.
La fotografía se ha masificado, hoy más de 5,000 millones de personas poseen un teléfono celular, y con él, su respectiva cámara fotográfica, debemos aceptarlo.
Y las redes sociales han convertido a cualquier usuario en un potencial testigo de un evento en noticioso.
Como consecuencia ha mermado significativamente el trabajo de los profesionales del fotoperiodismo.
Hace poco leí en Instagram una frase que antes hubiera sido difícil de encontrar: “Si no encuentras palabras para describir una escena, tómale una foto”.
Ninguna mención al “fotógrafo”, la gente sabe que fotografía está al alcance de cualquiera.
Y esto ha traído el fenómeno del periodista ciudadano que, en muchos casos, altera con malicia el contenido de la información en imagenes, con propósitos personales o políticos.
Con ello también surgió la comprobación de datos (fact checking), por a las innumerables noticias falsas que existen al día de hoy.
Pero la comprobación de datos también arrojó un resultado esperable, hoy se pueden analizar tanto las fotografías de profesionales, como las del pasado.
LLegaron entonces los datos de muchísimas manipulaciones, incluso de antes de la era digital.
Los grandes concursos que dan notoriedad a los fotógrafo también fueron escrutados y denunciados en su momento.
No sólo se investigó sobre la veracidad de las fotografías de los no profesionales, sino que también se evidenció manipulaciones, engaños a los entrevistados, y transgresiones a la ética periodística por parte renombrados fotoperiodistas.
Esto trajo consigo la pérdida de credibilidad. Este es el mayor escollo que encontrarán los más jóvenes para una personalización más expresiva de la fotografía periodística.
A pesar de que muchos fotografos de renombre, sí hacen un uso responsable y sutil de la edición en interfaces, la mayoría de los profesionales de mediana edad, al menos en Latinoamérica, no tienen el conocimiento necesario para darle a sus fotografías la personalización que logre acercar al visualizador a la opinión personal del fotógrafo.
Se ve -con frecuencia- a fotoperiodistas más preocupados por su propia imagen en redes sociales, fotografiándose a si mismos, casi siempre para obtener dividendos adicionales, en vez de preocuparse que sus imágenes posean el ingrediente de credibilidad , identificándolos como informadores responsables.
La barrera de la ética fotoperiodística, frena con razón los embates de las nuevas técnicas fotográficas, por el descrédito que significa las fotografías que puedan ser cuestionadas.
En ese dilema radica el cambio del fotoperiodismo, que hoy necesita de la gente más joven para llevar adelante esta transformación, se trata de una nueva visión para elaborar imágenes mucho más interpretativas.
Como dice Bella Palomo, en un excelente análisis de 2015 denominado “La Crisis del Fotoperiodismo, Repensando la Profesión en un Ecosistema de Medios Participativos” (en inglés), al citar a Nathalies Applewhite, directora general del Pulitzer Center: It doesn’t matter if there are a thousand cameras, it’s the storytelling that’s important. A photojournalist with an artistic vision that transcends superficial coverage.
Será difícil el camino para los jóvenes, no es sencillo quitarse el peso de la presunción que la fotografía es inapelable.
Las tres agencias mundiales de noticias más importantes han impuesto férreas directivas para que sus fotografías no sean alteradas, no obstante, poco a poco se ven cambios en sus profesionales más importantes, que dejan ver la importancia de la tecnología dentro del contenido fotográfico.
No se deben olvidar las lecciones históricas del pasado de, aunque indagando allí también encontraremos entredichos.
Es cierto que la fotografía analógica ya quedo atrás. Pero también toda la estructura y funcionalidad devenida de la fotografía digital ha quedado obsoleta, por el rápido avance de la informática.
El anecdotario de los principios de la era digital también ha sido sobrepasado. Enviar hoy una fotografía a un medio de comunicación es muy simple en el 99% de los casos.
El reto para las nuevas generaciones será saber de informática, ser reporteros que indaguen y comprueben obstinadamente sus fuentes, sino también preguntarse por qué hay tantos fotoperiodistas contando sus hazañas a modo de workshops, que no están tomando fotografías en el terreno noticioso.
Un trabajo titánico que incluye también acortar la difusa línea entre lo supuestamente inapelable, y la interpretación honesta del fotógrafo, y a partir de allí imponer un nuevo estilo fotográfico que recobre la credibilidad en el fotoperiodismo.
Omar Torres, Fotoperiodista